Hoy es la fiesta de la tirana, el sonido de los tambores y otros instrumentos retumban por mis oídos, mi hermano pequeño salta alegre a mi lado, me sorprende que no les tenga miedo a los disfraces, en sí, son bastantes escalofriantes.
-¡Natalia!- Mi grupo de amigos se dirige
hacia mí, habíamos acordado encontrarnos aquí.
-¡Hola chicos!
-Te estábamos buscando Natalia,
pensábamos que no vendrías, pero aquí estas...-sus ojos se dirigen al pequeño a
mi lado- junto a Mateo…
-Ah...si, nuestros padres deben estar
cerca, solo acompañaba a Mateo a ver el desfile de los disfraces, debería
avisarle a mis padres que ya están aquí.
-¡Mamá!¡Papá! Los chicos ya están aquí,
vengo a avisarles que estaré con ellos.-Intenté soltar la mano de mi hermano,
pero este no me lo permitió-.
-¡Yo quiero estar contigo!
-Vamos Mateo Natalia saldrá con sus
amigos no puedes ir con ella.
-Cariño ven…-Dice mi madre.
-¡No!- En un abrir y cerrar de ojos
Mateo suelta mi mano y sale corriendo entre la multitud de gente.
-Corrí detrás de él para alcanzarlo,
desafortunadamente tropecé con una piedra y caí al suelo golpeándome en mis
rodillas, me levanté rápidamente, pero Mateo desapareció de mi campo de vista.
Avancé unos pasos más adelante, en una
calle que estaba doblando la esquina, Mateo conversaba con un señor desconocido, como si lo conociera de toda la vida.
-Mateo ¿Qué haces? Ven aquí, no debiste
salir corriendo de esa manera.
-Natalia, este señor, dijo que tenía una
historia increíble que contarme.
-No, Mateo nos tenemos que ir ahora…
-¿Qué te parece si le cuento las
historia a ambos? Cuando termine de contar la historia se van.
-No creo que sea lo mejor…pero está
bien.
El señor comenzó a contar la historia.
Había una vez, un pequeño joven, vivía
en un pequeño pueblo con su madre y su hermano menor, un día el chico decidió
salir a dar una caminata solo, subió el cerro pero ya se hacia tarde y debía
volver, caminando de vuelta a casa, se encontró con un señor muy amable, el
señor caminó junto a él, conversaron y compartieron, en un momento de
conversación el señor le muestra al chico un reloj de bolsillo muy peculiar, en
un lado tenia un espejo y del otro lado el reloj.
Al momento en el que el muchacho vio el
reloj, el tiempo se detuvo.- El señor le dijo al muchacho:
-Al momento en el que compartes tu
tiempo conmigo o miras el reloj tu tiempo me pertenece. Perplejo por lo que
acababa de escuchar, inconscientemente el chico dirigió su mirada al espejo,
pero no debió haberlo hecho.
Al mirar su reflejo en espejo, sintió
como si su alma fuera arrancada de su cuerpo, todo su alrededor se volvió negro
y perdió el conocimiento.
Al recobrar el conocimiento se
encontraba, en una calle oscura, tan antigua casi desvanecida, no sabía donde
se encontraba ni como había llegado ahí. Una voz resonó por todo el lugar:
-Ahora tu alma me pertenece…y no creo que estés solo aquí..
El chico seguía buscando la providencia
de la voz…
-Estoy arriba muchacho...-Al mirar hacia
arriba, en un cielo negro se reflejaba un rostro escalofriante, poco tardó en
darse cuenta de que era el rostro del misterioso señor. El alma del chico
quedó atrapada en el reloj de bolsillo.
-Fin.- Dijo el señor, terminando de
contar la historia.
Era una historia bastante surreal
y…rara. Pero algo me inquietaba y me
hacía creer que no deberíamos estar aquí…
-Bien…ahora podemos irnos Mateo, Mamá
estará molesta si no volvemos ahora. Tomo la mano de mi hermano en un intento
de salir de ahí.
-Creo que mentí, respecto a que ambos
podrían volver.- En ese momento sentí un peso en la mano con la que sostenía a
mi hermano, cuando me giré a verlo estaba pálido y su cuerpo colgaba de mi mano,
como si su vida hubiera sido retirada…-¡Mateo! ¡Mateo responde!- Gire a ver al
hombre, pero había desaparecido..
-¿Qué sucede? Una voz desconocida hablo.
-¿Por qué gritas? ay...por Dios..-Sus
ojos bajaron al pequeño en mi mano..
-¡Ayuda!¡Ayuda por favor!- Agradecí
cuando la señora pidió ayuda y vi llegar a dos señores corriendo. Pero mi
agradecimiento no duró mucho…
-Señora ¿está bien?
-No, esta chica, mató al pequeño…
No pude asimilar todo lo sucedido
después de las palabras de la señora, las miradas confusas de mis padres, la
gente mirándome aterrorizada, quería decirles que nada de eso era cierto, que
yo nunca haría algo así. Pero me encontraba en un carro policial, directo a quien
sabe dónde… desde ese día nadie creyó en mis palabras y la verdad de los hechos
ocurridos.
1
año después.
Ahí estaba yo mirando por la ventana de
ese hospital psiquiátrico, ya estaba aquí hace un año después de lo ocurrido,
el tiempo pasaba lento para mí…ignoraba el mundo a mi alrededor…no me
sorprendió escuchar esa voz nuevamente.
-Hola Natalia, tanto tiempo.
Autora: J. F.
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